Moncayo, Veruela y Tarazona: horizontes de leyenda

Parque Natural del Moncayo
photo_camera Parque Natural del Moncayo

Las comarcas zaragozanas de los Campos de Tarazona y Borja están salpicadas de hermosas villas y pequeñas ciudades de calles tortuosas y umbrías que guardan la huella casi indemne de un pasado de taifas, expulsiones y reinos fronterizos. Es una memoria sometida al cierzo, el aliento obstinado de su gran montaña mágica: el Moncayo.

Hay una tradición romántica que impregna como un barniz estas tierras arropadas bajo la sobrecogedora mole del Moncayo, y que se sintetiza en la mirada que los hermanos Bécquer nos legaron, con sus escritos y dibujos, allá por la segunda mitad del siglo XIX.

Cualquiera que se aproxime al Somontano del Moncayo, ya lo haga como viajero, lector o simple curioso, tendrá difícil desembarazarse del acecho de una muchedumbre de seres mágicos, aguas misteriosas, brujas e historias contadas al calor del fogón y en voz muy baja. Tal vez se trate de eso, cuentos narrados de boca en boca a lo largo de los siglos. O tal vez haya algo más.

Monasterio de VeruelaLo cierto es que al entonces destartalado Monasterio de Veruela, a 1 km de Vera de Moncayo,  llegaron Valeriano y Gustavo Adolfo Bécquer en el invierno de 1863. Y que el Somontano, el pie de monte del Moncayo que abarca desde la cumbre hasta las llanuras de la depresión del Ebro, le pareció al poeta "un país virgen". De aquí obtuvo un buen puñado de materiales narrativos, viajes en quejumbrosas diligencias y, sobre todo, cura para sus males en ese aire limpio que aullaba por entre los resquicios del desamortizado monasterio cisterciense.

Los tiempos cambian, los paisajes van modelándose por las estaciones y los nuevos cultivos, las gentes vienen y van, pero el cierzo continúa convertido en un imperturbable soplo que se cuela por todos lados y que parece marcar la vida de estas tierras, el apiñamiento de los caseríos, sus calles casi desiertas, la inclinación indiferente de los árboles y, a veces, el difícil equilibrio circense de las torres de sus iglesias. Tarazona forma, junto con Calatayud y Teruel, la terna de ciudades mudéjares aragonesas. Allí se aunaron las maneras artísticas de los moros no convertidos y de los cristianos. Y el ladrillo se hizo arte. Es una de esas urbes que encandilan a Julio Llamazares por su aire característico de sede episcopal y provinciano y por haberse "librado de tener gobernador civil".

La exigua lista la completarían Ciudad Rodrigo, Mondoñedo, Sigüenza, Plasencia y Coria. Razones no le faltan, sin duda. La suerte le sonrió a Tarazona en la distribución provincial de 1833, cuando no tuvo la fuerza política necesaria para ser capital, pero sí contaba con un potente estamento eclesiástico y una dote plagada de riquezas monumentales civiles y religiosas. Y así se quedó, varada en el tiempo de la piedra.

LAS DOS CIUDADES

Aunque Tarazona es, en realidad, una dualidad anudada por el río Queiles. La ciudad alta, la que despierta mayores atenciones, se apoya en el antiguo recinto amurallado. Su barrio del Cinto es ladrillo, callejas empinadas, rincones con las vigas abiertas al aire, escaleras interminables. Allí resulta posible sentarse en una plazuela y escuchar el redoble de los pasos de los que caminan furtivos, las conversaciones que rebotan en las paredes, la voz de un locutor radiofónico, un niño que se desgañita en el grito y al cierzo, siempre, arremolinándose en el polvo, cegando los ojos, haciéndose arena.

Borja - Barrio de la JuderíaEn ella perviven un rosario de comercios añosos, el edificio renacentista más importante de Aragón -hoy casa consistorial-, el palacio episcopal -en sus tiempos Zuda o residencia de los gobernadores islámicos- y la iglesia de la Magdalena, cuya airosa torre mudéjar parece un faro en la noche terrosa.

Y la ciudad baja, los arrabales sujetos a la arrebatiña de los enemigos medievales y de la carretera nacional, apilada en torno a la catedral, una excepcional fusión de los estilos gótico, mudéjar y renacentista. Ésta se encuentra actualmente en un periodo de rehabilitación, pero es posible contemplar su espectacular cimborrio y la gallarda torre, peculiares exponentes del mudéjar aragonés que incorporó ambos elementos con plaquetas de cerámica vidriada al ladrillo. Muy cerca, la vieja plaza de toros reconvertida en viviendas particulares. Otra sorpresa para el viajero.

EL SOMONTANO

Hay tres maneras de echarse al monte. Una, siguiendo las modernas carreteras que nos acercan al Parque Natural y que suben regateando la ladera hasta el Santuario y Hospedería de la Virgen del Moncayo: desde las puertas del Centro de Interpretación tendremos cinco kilómetros de pista asfaltada (desde Agramonte hasta la Fuente de los Frailes) y otros tantos de camino de tierra (desde ésta última hasta el aparcamiento de Haya Seca). Es aconsejable aparcar aquí el coche y continuar a pie unos diez minutos hasta el santuario.

Otra, siguiendo los 22 kilómetros del trazado de la Vía Verde del Tarazonica, que une las ciudades de Tudela y Tarazona, o los 10 kilómetros de la del Campo de Borja, entre Agón y Borja. Esta última es un trozo de la historia cinematográfica española: por ella transitaba el paisano de la escena que hizo célebre a la película "Nobleza baturra".

La tercera invita a recorrer los múltiples senderos P.R. y recorridos G.R. que tamizan todo el Somontano: al Parque Natural se puede llegar desde San Martín, Lituénigo o Talamantes. Al Monasterio de Veruela desde Vera de Moncayo, Trasmoz, Alcalá o Añón. Son caminos balizados y las combinaciones son múltiples. Por Veruela, muchos años después de los Bécquer, pasaron también algunos de los actores de Hollywood más afamados en la década de los 60.

Monasterio de VeruelaSus murallas y edificaciones son, en cierta medida, un escenario de película. El monasterio, fundado en 1146, conserva un recinto amurallado con forma de hexágono irregular y once cubos muy característicos. Su torreón de ingreso es de origen medieval y está coronado por un peculiar remate piramidal. El conjunto de la iglesia, el claustro y el resto de estancias destilan la austeridad propia de la Orden cisterciense. Hoy, sus pasillos y habitaciones rezuman también la soledad y el silencio de la obra vacía, aunque en verano se dedique a las actividades musicales y acogan el encuentro internacional del Festival de Poesía.

Desde Veruela, siguiendo el cauce del río, se llega primero hasta Alcalá de Moncayo, que apila su caserío en una peña sobre la vega de la Huecha de Morana y, luego, a Añón, tal vez uno de los pueblos con más perfil medieval de toda la comarca, que arrebuja sus calles alrededor del castillo-fortaleza de la Orden de San Juan de Jerusalén con la sombra vigilante del Moncayo como telón de fondo. Añón es uno de esos lugares que resuena como una confidencia del tiempo. De repente el cierzo te baña con fantasmas casi consistentes.

EL CAMPO DE BORJA

Pasa lo mismo en Trasmoz, lugar de aquelarres y viejo castillo medieval de resonancias nigromantes. O en Litago, con sus callejas estrechas y la iglesia románica de pequeña torre octogonal en ladrillo. Y en Maleján, Tabuenca y en Ambel, con sus bodegas subterráneas que parecen conectar un entramado secreto e imaginario. O en Fréscano, con su arruinado palacio (en fase de rehabilitación) o el Parque Arqueológico. Y en Magallón, con el perfil de fortaleza de la parroquial de San Lorenzo, sobre el barrio de la Morería.

El Campo de Borja, afamado por sus excelentes vinos, no escapa al aliento de la montaña. La pequeña ciudad que le da nombre parece anhelar en su trazado urbano el regreso de los moriscos y judíos expulsados. No quedan muchos restos de ese pasado y sus edificios más singulares se remontan al siglo XVI, pero desde lo alto del cerro donde se levantaba la antigua ciudadela y Zuda islámica, Borja parece un incompleto rompecabezas de tejados pardos, amarillentos, igual que el color del suelo, de las paredes, del aire. Y el viajero tiene la impresión de que las torres de la colegiata de Santa María van a salir volando en cuanto el cierzo arrecie. O lo quiera el Moncayo, impasible con sus nieves, al fondo.


 

CÓMO LLEGAR

Encrucijada ancestral de caminos, la comarca del Moncayo tiene un fácil acceso en automóvil: desde Zaragoza, siguiendo la N-232 o la autopista de peaje A-68 hasta Gallur. Desde allí tomar la N-122 en dirección a Borja. Esta misma nacional es la que comunica Aragón con la vertiente soriana del Moncayo, Ágreda y el resto de Castilla. Al norte, la N-121 comunica Tarazona con Tudela y la ribera navarra. Desde Madrid y Guadalajara, por la autovía de Aragón E-90 hasta La Almunia de Doña Godina y luego la A-121 en dirección a Magallón. Esta carretera es muy peligrosa, de trazado irregular, angosta, mal asfaltada y barrida habitualmente por el cierzo. Tiene, además, una elevada densidad de tráfico pesado. Es de esas carreteras que no se entienden en un país como España, por muchas autopistas de peaje que se ofrezcan como alternativa.


 

COMER

Cocina que recoge la tradición culinaria heredada de las tres culturas que aquí coincidieron: la cristiana, la judía y la islámica. Migas a la pastora, magras con tomate, borrajas, carnes a la brasa y setas. En el Mesón del Aceite (Tel. 976 85 22 00), con un agradable restaurante y horno de leña, en Bulbuente. En El Caserón (Tel. 976 64 23 12) o Los Arenales (Tel. 976 64 41 85), en Tarazona. La Corza Blanca (Tel. 976 64 90 36), en Vera de Moncayo. O Agromonte (Tel. 976 19 21 26) y la Casa del Moncayo (Tel. 976 19 00 14), en el Parque del Moncayo. En San Martín de Moncayo, El Fogón (Tel. 976 19 20 71).


 

DORMIR

El alojamiento en casas de turismo rural es tal vez la mejor opción: suele tratarse de viejas construcciones, acicaladas al amparo financiero del programa Leader, donde el viajero podrá sentirse de verdad en una casa de pueblo. Existe la Asociación de Turismo Rural Moncayo Vivo (Tel. 976 64 46 96) donde se encuentran asociadas varias casas y pequeños hoteles de la comarca. Destacan la Casa del Carpintero en Vera de Moncayo (Tel. 976 64 91 54), Casa Peña en Litago (Tel. 976 64 92 51) y El Mirador en Santa Cruz de Moncayo (Tel. 976 64 31 38). Los albergues de Alcalá de Moncayo (Tel. 976 64 64 59) y Calcena (Tel. 976 82 92 96) son una alternativa para los grandes grupos de excursionistas. En Tarazona, los hoteles Ituriasso (Tel. 976 64 31 96) y Brujas de Bécquer (Tel. 976 64 04 00). Y el área de acampada Veruela-Moncayo (Tel. 976 64 91 54).

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