Micoturismo en la Tierra de Pinares y el Valle (Soria): un viaje al corazón de la Castilla más verde

Boletus edulis en el pinar de Navaleno
photo_camera Boletus edulis en el pinar de Navaleno

En las comarcas de Tierra de Pinares y el Valle se rompe definitivamente el sombrío tópico que alentaron los escritores de la Generación del 98: al viajero le espera una de las aristas de la Castilla más verde y abrupta. Y en sus enormes extensiones de pino negro y albar late el tesoro escondido de las montañas sorianas: las setas. Bienvenidos a la territorio del micoturismo.

Todo en la provincia de Soria se sintetiza en torno al Duero, en esa curva de ballesta que con su amarillo profundo y sosegado envuelve con un lazo otoñal a la capital provincial. Un río que glosaron los poetas Antonio Machado (del que este año 2012 se conmemora el centenario de la primera edición de Campos de Castilla) y Gerardo Diego. Soria capital, ciudad de nostalgias, convoca a los amantes de las setas a finales del presente mes de octubre para la celebración de la tercera edición del congreso "Soria Gastronómica": veintiséis restauradores nacionales e internacionales reflexionando en torno al mundo de la micología y sus revoluciones culinarias.

Las cerca de setecientas especies de setas comestibles que despuntan cada año en sus tierras convierten a la provincia de Soria en uno de los territorios más deseados por quienes disfrutan recorriendo bosques y eriales a la búsqueda de estos preciados frutos. El otoño, con su marea de tonos rojos y amarillos, trae a los Pinares Altos del noroeste provincial, allá donde el horizonte se vuelve encrespado y brilla el albar del pino entre bosquetes de hayas y robles, algunas de las piezas más codiciadas: los boletus edulis y pinophilus, y el níscalo, entre otras.

El micoturismo se ha convertido así, en los últimos años, en una manera alternativa de encontrarle a las soledades sorianas un punto de retorno gracias al entusiasmo del visitante de fin de semana. Sendas seteras, cursos de iniciación a la recogida, servicio gratuito de identificación de ejemplaress, degustaciones, jornadas gastronómicas y otras propuestas relacionadas con este fascinante mundo que se ha dado cita los próximos días 29 y 20 de octubre en Soria capital en torno a la tercera edición del congreso Soria GastronómicaCita esperada con ganas que es sólo un botón de muestra de las muchas alternativas que plantea el otoño micológico soriano en uno de esos paisajes que dejan en pañales al tan jaleado tópico de la Castilla llana y cerealista alentado por la melancolía de los poetas del 98 y la maquinaria de propaganda de los joseantonianos: en esta tierra de umbrías y barrancos inaccesibles, de pinares cerrados y musgos que reverberan en las húmedas manos de las piedras, nace el río Duero

Sendas machadianas. Situada a 43 km de Soria, Vinuesa es la capital de la Tierra de Pinares, un punto neurálgico en el mapa micológico provincial. De origen celtíbero, la villa –a la que se conoce también con el sobrenombre de “Corte de los Pinares”- fue asolada por las tropas napoleónicas en la Guerra de la Independencia pero, pese a ello, conserva un apretado y bello burgo de edificios señoriales en mampostería de piedra, casonas indianas, un rollo de sillar del siglo XVIII y hasta cuatro ermitas. El viejo puente romano, sumergido bajo las aguas del embalse de la Cuerda del Pozo (y que una asociación local trata de rescatar del enlodado fondo del pantano y trasladar a la parte alta del municipio) queda en estos tiempos de sequía a la vista y resulta una magnífica oportunidad para seguir a pie el trazado de la calzada romana que pasaba por el vecino pueblo de Molinos o los caminos de la Cañada Galiana.

Tal vez el itinerario más conocido de la zona sea el que se interna, desde la misma Vinuesa, por el valle del Revinuesa, hasta la entrañas del Urbión. A un par de kilómetros de la villa se encuentra el Museo del Bosque, una moderna instalación que acoge también la Casa del Parque del Espacio Natural protegido de la Laguna Negra y Circos Glaciares de Urbión. En este centro expositivo, que cuenta entre sus instalaciones con una serrería y una reproducción de una típica cocina pinariega, se recrea el mundo de los dos principales recursos económicos de la Tierra de Pinares, la madera y la ganadería. Desde aquí hay 19 km hasta llegar al punto que convirtió en leyenda el poeta don Antonio Machado: la Laguna Negra.

El entorno de la pradera y la laguna está ordenado y protegido con una pasarela de madera que conduce a los distintos miradores. Hay paneles explicativos sobre el paraje y sus riquezas naturales, en especial la vegetación que crece en los altos farallones de roca que rodean el hondón donde la leyenda machadiana situó el oscuro episodio de Alvargonzález. Bordeando la laguna discurre el sendero que comunica con las Fuentes del Duero y Castroviejo, una itinerario que con los rigores de los meses más fríos sólo está destinada a los más avezados montañeros.

En las entrañas de Urbión. La alternativa para llegar hasta esos parajes es el coche: desde Vinuesa se toma la CL-117 que deja a un lado Molinos de Duero, que con su apretada estampa de caserones de piedra y tejados rojizos es uno de los mejores exponentes de lo que en su día fue la arquitectura de esta Tierra de Pinares soriana. El otoño trae un frío olor a humo de chimenea y a bosque en umbría. Su antiguo robledal es fiel testigo de este tiempo. Como lo es el Duero atravesando bajo el único ojo del Puente de Soria, en Covaleda, junto al Refugio de Pescadores. La villa, arrasada por un incendio a principios del siglo XX, muestra un crecimiento desordenado. Aún así, el caserío se derrama bajo la silueta de la iglesia parroquial, del s. XVI, y el cauce de un Duero que ofrece algunas de las mejores excursiones de la zona, como la de la Cueva Melitón o la Senda de los Carreteros.

La carretera continúa hasta Duruelo, pueblo serrano desde el que ascender hasta Castroviejo, una miniatura de “ciudad encantada” donde el capricho del viento y el hielo han tallado espectaculares moles en la roca. Por aquí discurre la senda que conduce al despeñadero de las Águilas. Desde el mirador de Castroviejo se divisan, en los días despejados, las cumbres del Sistema Central y hasta el Moncayo. 

No muy lejos, en el Comunero de Revenga (en la vertiente burgalesa del Urbión), un bosque mancomunado entre Quintanar, Regumiel y Canicosa de la Sierra, funciona uno de los mayores parques de aventura en los árboles de España: De Pino a Pino. Hay que visitar también el yacimiento de Cuyacabras, situado en los pinares que rodean Quintanar de la Sierra, con sus tumbas antropomorfas.

Centro Micológico de Navaleno. Desde Canicosa, siguiendo el itinerario hacia el sur que atraviesa de la Sierra de Rosomo, se llega hasta Navaleno, otro de los centros micológicos de la Tierra de Pinares y el Valle sorianos. El ayuntamiento tiene abierto aquí un espacio divulgativo sobre el mundo de las setas, el Centro Micológico de Navaleno, desde el que organizan paseos guiados por los montes comunales del entorno. Si se viaja con niños hay que acercarse hasta el Aula Divulgativa del Bosque “El Amogable”, también en Navaleno. A las afueras de la localidad se encuentra una de las industrias alimenticias de transformación de setas con más implantación en el mercado nacional: Arotz. Y si se quiere disfrutar de algunos suculentos platos elaborados con el rey de las setas otoñales sorianas, el boletus edulis, hay que acercarse hasta El Maño (Tel. 975 37 41 68).
 

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