Opinión

Casablanca: Rick y el mito de Lancelot

Cartel de la fachada del desaparecido café-teatro "Candilejas”, Madrid  (Foto: Sonia Sánchez Recio)
photo_camera Cartel de la fachada del desaparecido café-teatro "Candilejas”, Madrid (Foto: Sonia Sánchez Recio)
Cuando se cumplen 70 años del estreno mundial en Los Ángeles de Casablanca, Sonia Sánchez Recio repasa sus personajes a los que se debe, sin duda, su vigencia: el heroico trío protagonista, pero también unos secundarios cargados de defectos y de dudas.
"Rick, es increíble el modo que tiene de despreciar mujeres. Tal vez falten algún día."  Es el capitán Renault (Claude Rains), prefecto de policía en Casablanca. "Creo que este es el momento de visitar a Yvonne. Puede que me acepte", concluye el representante oficial de la Francia no ocupada. "Es usted muy democrático… con las mujeres.", es la réplica de Richard Blaine "Rick" (Humphrey Bogart), propietario del mejor café-bar de Casablanca.

Yvonne (Madeleine LeBeau), la mujer a la que se refieren, tiene 21 años y se encuentra perdida en esa especie de limbo al noroeste de África en el que los europeos refugiados esperan, esperan, esperan… Yvonne tiene además otro problema: quiere a Rick, y este amor no correspondido le lleva a cometer acciones desesperadas. Frente al triángulo heroico protagonista, del que después hablaremos, ella actúa de manera impulsiva, aunque comprensible desde un punto de vista contemporáneo. Un comportamiento en la línea de un personaje como Bridget Jones.


A la izquierda: Rick junto a Yvonne y Sacha (Leonid Kinskey). A la derecha: Rick charla con Renault

Aún a riesgo de "cavar su propia tumba", Yvonne pregunta a Rick "¿Dónde estuviste anoche?" y "¿Qué harás esta noche?". "No hago planes por anticipado", es la fría respuesta de él. La joven reacciona entregándose a la bebida, pero Rick no lo va a permitir y da instrucciones a Sacha, el barman, para que no le sirva más whisky. "Yvonne, te quiero, pero él me paga", argumenta Sacha antes de llevarla a casa. En otra secuencia Yvonne aparece en el café del brazo de un militar nazi. Como sostiene el capitán Renault: "se ha pasado al enemigo". Casi acto seguido sucede uno de los momentos más emocionantes: varios oficiales del ejército alemán, alentados por el capitán Strasser entonan la canción Die Watcht am Rhein al piano; Victor Lazlo –héroe de la Resistencia, recién llegado a Casablanca- neutraliza el espíritu teutón que se va adueñando del local, pidiendo a la orquesta que toque La marsellesa. Yvonne se desahoga de todas sus fatalidades y canta "a lagrima viva" el himno francés. En el fondo, ella no quería emborracharse, ni salir con un militar alemán, sólo llamar la atención de Rick; pero no sabe que él es un "dead man walking".


Ivonne, Rick y el soldado nazi (Hans Twardowski). A la dcha, Madeleine Lebeau cantando La Marsellesa

No es raro que Yvonne llorase con tantas ganas, ya que en la vida real, la actriz que daba vida a este personaje, Madeleine LeBeau -última superviviente del equipo de Casablanca (Michael Curtiz, 1942)- se estaba divorciando de Marcel Dalio, el actor que interpretaba a Emil, el "croupier" del casino del café de Rick. Un secundario de lujo en una galaxia de actores "de primera" como Sydney Greenstreet, Peter Lorre, Hans Twardowski y Conrad Veidt -el temible Strasser- que pese a haber huido de la Alemania nazi, en el cine de Hollywood tuvo que vestir el uniforme con la cruz gamada.

 
Marcel Dalio, el croupier, junto a Bogart. Dcha. C. Veidt en Casablanca y en El Gabinete del Dr. Caligari

Los hermanos Epstein, Julius y Philip, fueron los responsables de los ingeniosos diálogos, sin embargo, el aire místico que emana la película se debe a Howard Koch que realizó un trabajo inspirado en los mitos –que no mueren, si no que se transforman hasta nuestros días-. Una idea que podría extraerse del libro de Joseph Campbell La imagen del mito, recientemente editado por Atalanta. De este modo, el triángulo protagonista –interpretado por H. Bogart, I. Bergman y P. Henreid- estaría compuesto por figuras del destino; es decir, todo estaba prefigurado. En ese trío encontramos rasgos arquetípicos de mitos medievales, especialmente de la saga artúrica. Victor Laszlo es el rey Arturo, Ilsa es la reina Ginebra y Rick es Lancelot –o Lanzarote-. Para Chrétien y Mallory –dos autores que recogieron las leyendas del monarca-, Lancelot representa el sacrificio como inmolación, por honor o por una causa. Al mismo tiempo, Arturo es el rey ideal, artífice de una sociedad utópica como Camelot. Basándonos en los paralelismos, hallamos el sentido sacrificial en Rick-Bogart, que renuncia a Ilsa, la convicción mesiánica de Laszlo sobre la construcción de un nuevo orden, y el dilema representado por Ilsa-Ingrid a imagen de Ginebra.


Arriba el trío protagonista de la saga artúrica: Lancelot, Ginebra y Arturo  (R. Gere, J. Ormond y S. Connery en El primer caballero, dirigida por J. Zucker en 1995.  Junto a ellos el trío de Casablanca. Abajo, Ginebra (A. Gardner) y Lancelot (R. Taylor) en Los caballeros del rey Arturo (R. Thorpe, 1953). Rick e Ilsa

A partir de Figuras del destino. Mitos y símbolos de la Europa medieval, libro de Victoria Cirlot, se pueden extrapolar rasgos identificativos de Lancelot aplicables a Rick-Bogart. En primer lugar, Lancelot es un héroe solar, cuya aparición tiene lugar subido a un carro (como los dioses), que le otorga una imagen de poder; la primera visión de Rick también se tiene a partir de sus atributos de "héroe solar contemporáneo" gracias al plano detalle de su mano firmando un talón en el negocio que dirige. En segundo lugar, el encuentro de Lancelot con Ginebra constituye un suceso decisivo constructor de destino, de igual modo que la "coincidencia" de Ilsa y Rick en París. Por último, hallamos a Lancelot "asediado por el dilema, expresado alegóricamente en el combate entre Razón y Amor", que Chretien resuelve situando "a la razón en la boca y al amor en el corazón". En Casablanca, ante un conflicto parecido Ilsa le dice a Rick: "Tienes que pensar por los dos"; y así lo hará. Aún así, existe la mirada desmitificadora, como la de Umberto Eco, quien afirmaba que la película era una "orgía de arquetipos sacrificiales".

Lancelot
no es el único arquetipo mítico del héroe campbelliano que renueva su vigencia a través del cine; también podría citarse a Parsifal, otro caballero de la saga artúrica cuya vida representa la búsqueda infinita o "queste" (en su caso del Grial), y que ya analizamos en un post sobre su equivalente homérico en La mirada de Ulises.