Las Fallas de Valencia, Patrimonio de la Humanidad

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La Convención Intergubernamental de la UNESCO, reunida esta semana en Etiopía, ha confirmado hoy la inclusión de esta fiesta en la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.

El título supone un reconocimiento sin precedentes de la fiesta mayor de Valencia y un impulso para el turismo de la ciudad y la economía de todos los sectores implicados en ella. Reconoce también que las Fallas son una tradición única, una fiesta que involucra a miles de valencianos y supone una fuente de creatividad colectiva que mantiene vivas prácticas tradicionales valencianas a través del tiempo. Los valores estéticos de la fiesta y sus rituales heredados de generación en generación, han logrado que las Fallas pertenezcan a todos los territorios del mundo, sumándose a otros dos bienes de la ciudad de Valencia, la Lonja de la Seda y el Tribunal de las Aguas, reconocidos por la UNESCO en 1996 y en 2009, respectivamente. 

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Durante unos días del mes de marzo, las Fallas convierten la ciudad de Valencia en un museo de arte efímero para celebrar la llegada de la primavera. Sátira, ironía y humor se alían para hacernos reír a carcajadas de la economía, la sociedad y la política mundial. Los famosos ‘ninots’, son muñecos de dimensiones desproporcionadas que pueden llegar a formar monumentos de más de 20 metros de altura y alrededor de 60 metros de diámetro. Estos conjuntos reciben el nombre de “falla” y en la ciudad llegan a plantarse más de 400 fallas y otras 400 infantiles para reducirse a cenizas el 19 de marzo bajo el fuego purificador.

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Pero la fiesta va más allá, con 19 ‘mascletaes’ oficiales y otras tantas procedentes de las comisiones falleras, con más de 100.000 falleros desfilando con la indumentaria tradicional en la Ofrenda a la Virgen de los Desamparados, con la música de más de 400 bandas, con las verbenas, conciertos y toneladas de pólvora disparadas en castillos de fuegos artificiales.

El origen de las Fallas se remonta a la antigua tradición de los carpinteros de Valencia, en vísperas de la fiesta de su patrón San José, quemaban frente a sus talleres, en las calles y plazas públicas, los trastos viejos e inservibles junto con las piezas de madera que empleaban para elevar los candiles que les iluminaban mientras trabajaban en los meses de invierno. Así, durante el siglo XVIII ardían pequeñas estructuras de materiales combustibles que recibieron el nombre de Fallas y que se quemaban la víspera de San José. Con el paso del tiempo, estas figuras fueron evolucionando y adquiriendo un componente crítico, irónico y humorístico.

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