Opinión

Cuenca, el parque temático

Arquitectura vertical sobre la hoz del Huécar.
photo_camera Arquitectura vertical sobre la hoz del Huécar.
Un paseo abstracto por Cuenca y una surrealista por la Ciudad Encantada.
No es que hayan abierto un parque temático en Cuenca: es que toda Cuenca es un parque temático diseñado para alucinar. ¿Preparados para un surrealista recorrido? Vamos allá.

Lo primero, poned a punto todas las células de sorpresa y si tenéis sistemas de geolocalización integrado (también sirve facilidad para orientarse), traedlo, porque en esta deliciosa ciudad perderse es casi un ritual.

Por aquí pasan dos ríos (el Júcar y el Huécar), hay unos desniveles brutales que también deparan unas vistas únicas, como las que puedes ver por la Bajada de Carmen, junto a la Torre de Mangana y sobre la Hoz del Huécar.

Ya que estás en lo alto, aprovecha para descubrir otra genialidad de la ciudad. Se llama arquitectura vertical y consiste en aprovechar la verticalidad de las casas, que están literalmente colgadas sobre el río, e ir añadiendo pisos por debajo del nivel de la entrada, con su correspondiente escalera de acceso.

Las otras Casas Colgadas (no colgantes), las famosas, se reducen a 3, pero con habitantes tan ilustres como el Museo de Arte Abstracto (Tel. 969 21 29 83) que una de ellas acoge en su interior. Depende de la Fundación Juan March y los fondos son espectaculares, pero cierra los lunes y la entrada cuesta 3 €. ¿Otra opción? Pues en el mini casco histórico de la ciudad hay más de 10 museos, pero uno especialmente recomendable: el Museo Fundación Antonio Pérez (Tel: 969 23 06 19). Está ubicado en lo alto de la ciudad, en el antiguo Convento de las Carmelitas Descalzas e incluye obras de Millares, Warhol, Chillida, Zóbel, Canogar, el Equipo Crónica, Saura, Gordillo… Una aventura psicodélica que abre de lunes a domingo, de 10 a 14 h y de 17 a 20 h y es gratuito.

Para ver el resto, el Ayuntamiento organiza visitas guiadas pero cuestan 5 € y te privan de un placer genuinamente conquense: perderse. Aquí es obligado vagar sin rumbo, sorprenderse con la Catedral (si la miras de frente parece un decorado), confundir unas iglesias con otras, comer morteruelo y alajú, beber resolí… 



Y si esto es imprescindible, estar aquí y no visitar la Ciudad Encantada es casi ilegal. La Ciudad Encantada (Tel. 969 24 10 51. Abre a diario, de 10 a 20. Entrada: 3 €) vive encantada (y a veces harta) de que la comparen con los montes de merengue de Capadocia: aquí hay mucho más silencio y huele a tomillo y mejorana. 

Si vienes temprano, el frío es helador pero verás amanecer (que no es poco) y disfrutarás a solas de las formas imposibles de las formaciones kársticas, con volúmenes inestables, desafiando todas las leyes de la lógica y la gravedad. Además, podrás adivinar las más reconocibles –como La Cara del Hombre– y te librarás de tener que decir: “¡Ah, sí! Ya veo Los Amantes de Teruel…”