Opinión

Lágrimas vivas / por Firo Vázquez

Hay pocos productos que lleguen a nuestras cocinas como hace años. Todo llega listo para usar, para comer o para cocinar. Pero todavía quedan viejas sensaciones en nuestras cocinas como pelar una cebolla y que los ojos comiencen a picarte y no puedas evitar llorar.

Hay muy pocos productos que sigan llegando a nuestras cocinas como lo hacían hace años. El pollo nos llega limpio, porcionado, envasado en atmósfera enriquecida o con marchamos que nos indican su procedencia. Aún recuerdo los pollos vivos que le traían a mi padre y que no solo había que matar, desplumar, limpiar, orear, partir y cocinar, sino que además había que convencer a los niños, yo incluido, de que era la mejor opción, que no podían quedarse a vivir con nosotros.

Y como el pollo todo lo demás. Todo nos llega listo para usar, listo para comer o cocinar.

Los vegetales parece que son los que se resisten a este mercado, pero tampoco. Ya no tenemos que quitar las piedras a las lentejas y hay mucha gente que ni siquiera pone los garbanzos a remojo, los saca del tarro de cristal. Las lechugas vienen lavadas, troceadas, mezcladas. Las patatas sin tierra, los plátanos sin arañas, y las uvas sin pepitas.

Pocos productos están "vivos" en nuestras cocinas. Aún podemos llevar a casa media docena de cangrejos, para deleite de nuestros hijos, y poco mas.

Pero todavía quedan viejas sensaciones alrededor de los fohgones. Sensaciones y experiencias que generaciones han disfrutado o padecido, como pelar una cebolla. Todavía podemos llorar, como lo hicieron nuestros padres y no se si como lo harán nuestros hijos. Aún hoy puedes volver a emocionarte al sentir ese cosquilleo insoportable y deseado. Todavía puedes acometer esa pequeña tarea con la determinación de que esta vez no lloraré, para acabar a moco tendido.

Os muestro en la foto unas gafas especiales para no llorar. ¿Serán solo para hombres? Por aquello de que "los hombres no lloran", una de las mayores tonterías y mentiras que han tratado de inculcarme.

Llorar es precioso, es necesario, es descongestionaste, es una sensación de vida que recomiendo. Yo soy de lagrima fácil y no me arrepiento. Me gusta emocionarme, me gusta sentir lo que no puedo controlar.

¿Y ahora quieren que no llore con unas gafas? Me niego. Quiero seguir sintiendo emociones en mi cocina, quiero reír, besar, hablar, tocar, mirar, reír, llorar.

Quiero una cocina llena de emociones.

Quiero seguir vivo y ser un hombre completo. O al menos intentarlo.