Opinión

Con Richard Ford, por tierras de Albarracín / Por M. Rico

Vista de Albarracín
photo_camera Vista de Albarracín

Richard Ford viajó, en caballería y caminando, por numerosos rincones de la España de la primera mitad del siglo XIX. Cruzó Castilla por distintos itinerarios. En esta entrada viajamos con él, por la ruta que descibre en su libro MANUEL PARA VIAJEROS POR CASTILLA Y LECTORES EN CASA, de Cuenca a Albarracín

Richard Ford fue un hombre de extraordinaria cultura, dibujante y escritor que, en 1831, se afincó en Sevilla y combinó su residencia allí con temporadas de estancia en la Alhambra. Richard Ford fue, además, viajero, un viajero que, a pie y a caballo, se pateó una España que entonces, cuando no había mediado el siglo XIX, tenía, casi, las mismas vías de comunicación que dos siglos antes.

 

 

El ilustre y curioso viajero inglés nos dejó, de aquellos viajes, una obra de gran alcance, Manual para vajeros por España y lectores en casa. En ella, el lector puede viajar a un mundo desaparecido. El volumen correspondiente a Castilla "la Vieja" fue editado en España en 1981 con hermosos grabados de David Roberts (reproducimos uno dedicado a Burgos) y es un bellísimo manual. Son muchas las rutas que, en una Castilla ampliada al antojo de Ford (la extiende a Teruel, a Zaragoza, a Vitoria, a Santander), pero hay una que para mí tiene un atractivo especial. Se trata de la rutoa CIX, "de Cuenca a Teruel".

 

Richard Ford la acometió a caballo y en un tiempo sin apenas servicios y con peligros mil, se internó por los bosques de la serranía de Cuenca, llegó a un Albarracín todavía medieval tras dejar atrás Tragacete, Frías y una sucesión de aldeas perdidas entre pinares volcados hacia los ríos Escabas, Guadalaviar y Cabriel.

 

Entonces, Albarracín no llegaba a los dos mil habitantes y nada tenía que ver con su condición actual de foco del turismo interior. Y la comarca que Ford atraviesa era (aún lo es hoy) de las menos pobladas de España. Pero Ford no sólo mira y escribe como viajero. Lo hace, también, alternando el prosaísmo del viajero con ínfulas de sociólogo con el fulgor literario, poético, del escritor y del poeta de algunas desscripciones. He aquí una muestra del primero: "Esta zona está muy poco poblada, con un campesinado pastoral que cría ovejas en pequeña escala, pero que producen buena lana y excelentes chuletas. Los pinares abastecen de combustible a las numerosas ferrerías, en las que el abundante mineral de hierro sigue siendo fundido tan toscamente como en tiempo de los celtíberos". Y una del poeta: "Aquí el aire está perfumado por todas partes con el aroma de las flores silvestres, los anuncios con que Flora atrae solamente a sus diminutos clientes alados".

 

 

Ford apenas habla de Albarracín, tampoco de sus pueblos. Sí del camino (todo viaje es, en el fondo, un fin en sí mismo: "se hace camino al andar", dijo Antonio Machado), de sus sensaciones ante el espectáculo de la naturaleza: ríos, campos, bosques, montañas, y antes de dejar al lector a las puertas de Teruel se recrea en las dulzuras de la miel de Moya, cultivada en sus colinas "cerca del Cabriel". Leí el libro en un tiempo que parece remoto. Aunque existe edición de 2008 (Turner), yo lo leí en la primera edición española, en 1982 ó 1983 (había sido editado en 1981) y contribuyó a acentuar mi querencia por la literatura de viajes.

 

Recuerdo, además, que uno de aquellos años la guardería llevó a mi hija a un campamento infantil cerca del nacimiento del Río Cuervo, no lejos de Tragacete y que, con  motivo de una de nuestras visitas, recorrimos buena parte de la ruta que, cruzando aquellos montes de ríos trucheros y pinares infinitos lleva a Albarracín., la futa que recorre y recrea Ford Ya los había paseado junto a la voz y a la mirada, también la compañía cómo, de Diego Jesús Jiménez, poeta de la vertiente conquense de  aquellas tierras. El hecho de que casi en paralelo estuviera leyendo las rutas de Richard Ford no hizo sino enriquecer aquellos viajes a una comarca no tan conocida como merece.

 

 

 

 

Richard Ford es de la estirpe de viajeros memorables que recorrieron Españaa: Washington Irving, Dos Passos, Andersen, Orson Welles, Hemingway, entre tantos otros. Todos ellos nos dejaron una imagen de nuestra historia y de nuestra geografía no por cargada de exotismo menos verdadera.