Opinión

El Duero de Julio Llamazares I / Por Manuel Rico

´Soria bajo la lluvia. Es fiesta y todo está cerrado´
photo_camera ´Soria bajo la lluvia. Es fiesta y todo está cerrado´

En 1998, Julio Llamazares publicó "Cuaderno del Duero", la transcripción el cuaderno de notas que escribiera a lo largo de un viaje por las tierras que cruza el río en 1984. Lo que iba a ser un libro, quedó en cuaderno. Con todo el encanto y la frescura de lo que se escribe mientras se viaja y se observa.

En 1984, el poeta y narrador leonés Julio Llamazares recibió el encargo de realizar un viaje a lo largo del Duero para escribir un libro sobre los pueblos y tierras por las que éste discurre. No terminó el viaje y, como consecuencia de ello, el libro "quedó truncado, esbozado simplemente en el cuaderno de notas que, mientras recorría el Duero, había ido escribiendo", según afirmaría el propio autor en la pequeña introducción a su edición en libro. 

 

Ese cuaderno de notas, lleno de encanto y cercanía, fue publicado en 1998, con el título Cuaderno del Duero, por el sello leonés Edilesa en una maravillosa colección en la que, junto al de Llamazares, aparecieron obras de similar carácter de Luis Mateo Díez, José María Merino o Elena Santiago.

 

 

El "cuaderno de notas" es un cuaderno del camino, una suma de apuntes y anotaciones que nos hablan de unas tierras llenas de literatura y de referentes artísticos y de los azares de un viaje reposado y meditativo, cargado de observaciones e intuiciones. 

 

 

Llamazares inicia el viaje, en día de lluvia, en la ciudad de Soria y se encamina, por la carretera de Burgos y tras atravesar el Campo de Valonsadero, hacia las Fuentes del Duero y la Tierra de Pinares. En seguida advertimos el estilo de una prosa de frase corta y certera, propia de un cuaderno de apuntes escrito al pie del camino: "Abajo, cerca ya de Duruelo, un hombre corta un pino con una motosierra. Alrededor, vacas, yeguas e innumerables ardillas. Un paisaje de leyenda: las tierras de Alvargonzález". Tras esa breve parada cerca de Duruelo, el viajero avanza hacia Covaleda, en el corazón de la Soria pinariega (he recordado el hermoso título de un poeta conservador de los años 50, José García Nieto: Elegía en Covaleda), donde, al anochecer, comienza a nevar mientras el viajero se refugia, para cenar en un bodegón.

 

 

"De  Covaleda a Vinuesa" es el tramo que acomete en la segunda jornada. Llamazares escribe no de monumentos o de Historia, sino de paisajes, de gentes, de costumbres, construye anécdotas que tienen que ver con lo inmediato. Así entramos, con él, en Molinos de Duero y conocemos a "dos hermanas solteronas" que regentan el "bar-tienda" (curioso ejemplo de un tipo de establecimiento muy común en los pueblos de Castilla) donde el poeta se detiene para comprar "botas para el agua", es decir, catiuscas. Tras dejar Molinos, continúa el viaje hacia Vinuesa, ciudad al pie de las montañas que acogen la legendaria Laguna Negra a la que llega con el anochecer. Ya en la ciudad, el viajero cierra la jornada con una cena que describe en el estilo directo al que antes aludíamos: "Cenamos queso y jamón, tomamos café, echamos una escoba para matar el rato y, hacia las doce, volvemos hacia la posada".

 

 

 

Después vendrá el pantano de La Muedra, vendrán, en la lejanía del camino del anochecer siguiente,  "las escasas luces de Langosto y Derroñadas". Vendrá Numancia y su carga de Historia y de belleza y vendrá Soria de nuevo, con sus callejas y sus lugares con sabor a otro tiempo como el Círculo de la Amistad Numancia, "el viejo casino provinciano que cantara Antonio Machado" o la tumba de Leonor. Y vendrán otras ciudades, a las que viajaremos con Julio Llamazares provistos de este Cuaderno en una próxima entrada. O post, que para el caso es lo mismo.