Opinión

Hopper y el cine. La soledad y el abismo

Proponemos un juego de espejos entre la pintura de Edward Hopper, que se expone estos días en el Museo Thyssen, y el cine. A cineastas como Hitchcock, Antonioni, Marcel Carné, etc. les influyó la obra del pintor norteamericano Edward Hopper.
Edward Hopper retrató con maestría la acción –o más bien "inacción"-  de estar absorto, pero lo hizo ungiendo a sus personajes de un barniz de melancolía tan considerable, que se podía entrever como éstos se hallaban al borde del abismo, especialmente las mujeres. Una de sus mayores influencias se produjo durante el tiempo que pasó en París. Allí tuvo ocasión de apreciar la soledad y el "spleen" a través de los cuadros de Manet y Degas. El autor norteamericano viajó a la ciudad francesa al menos en tres ocasiones, y resultó fundamental para la consolidación de su estilo. El impresionismo y el simbolismo se apoderaron mucho más de su obra que ciertas vanguardias del momento como el cubismo o el arte abstracto.


Los bebedores de absenta (Degas,1867) y Ciruela con brandy (Manet,1877)  marcaron a Hopper

De manera irónica Hopper entendía que, a veces, precisamente los elementos relacionados con la comunicación social y con la arquitectura –algo que de manera simbólica y real, debería acercar a los hombres-  como los puentes, las vías de tren, los cafés y las salas de teatro, sólo encubrían el aislamiento. Los espacios urbanos le sirven para representar el vacío existencial, y para dar a entender que puede haber una narración, pero que desde luego se halla en el "fuera de campo" del cuadro. En la representación pictórica el tiempo permanece en suspenso.    

Existe una influencia recíproca entre el cine y la obra de Hopper. El artista norteamericano confesó en su día que cuando no conseguía inspirarse y pintar, se iba al cine. En pantalla grande vio muchas películas del género negro, como las de Howard Hawks, que tanto marcarían sus lienzos, llegando a convertirse en auténticos fotogramas, en planos medios. El Museo Thyssen-Bornemisza, en cuya sede se expone la muestra de pintura del autor que nos ocupa, ha programado algunos títulos en los que puede rastrearse la influencia "hopperiana". Sobre este trasvase artístico la revista Caimán, cuadernos de cine ha preparado un monográfico muy recomendable, que se puede adquirir en la tienda del Museo.
          
Un director británico como Alfred Hitchcock captó la esencia de la vida cotidiana de Estados Unidos durante el siglo pasado, en parte, gracias a la obra pictórica de Hopper, que le sirvió de modelo para muchas de sus secuencias. A modo de ejemplo planteo una propuesta lúdica, casi un cómic (ver abajo) entremezclando cuadros del pintor norteamericano y fotogramas de cine: (1) Office at night, cuadro de Hopper de 1940.  (2) continúa el relato en esa prototípica oficina del cuadro anterior. Ahora es un fotograma de Marnie la ladrona, de Hichcock de 1964. (3) Marnie (Tippi Hedren) huye con el dinero en su maletín por la estación de tren. (4) Con un look parecido, sombrero y maletas, años después vemos a la hija de Tippi Hedren, Melanie Griffith en Crazy in Alabama, de 1999. Sigue siendo inquietante el contenido de su bolso-sombrerera  (5) Tras depositar sombrero y maletas, Melanie o Tippi, cualquiera de las dos puede ser la dama que se hospeda en el Hotel Room, cuadro de Hopper de 1931.




De nuevo Melanie Griffith en una película con clara influencia hopperiana. Esta vez es la mansión de estilo victoriano la protagonista de la película De repente un extraño, de John Schlesinger, de 1990.



Sin embargo, la influencia de Hopper en la planificación de espacios va más allá de los EEUU. Sin ir más lejos, el director de cine italiano Michelangelo Antonioni es deudor de la obra del  pintor norteamericano. La dimensión plástica de los planos en algunos de sus films evoca las pinturas "hopperianas". A modo de ejemplo (ver abajo) citamos Desierto rojo, película de 1964, protagonizada por Mónica Vitti y Richard Harris, inspirada en cuadros como Manhattan Bridge Loop, de 1928.



También existe una conexión con los cineastas franceses. El trasvase cine-pintura lo vemos por ejemplo en la película Les enfants du paradis de Marcel Carné, 1945 (abajo, una fotografía en color del rodaje, aunque la cinta en realidad es en blanco y negro) y en el último cuadro que pintó Hopper, titulado Dos comediantes, de 1965 (abajo, a la derecha).  En este caso es la línea mágica del cine francés la que influye en el pintor, y no al revés. En la próxima entrega veremos la relación de Hopper con Clint Eastwood.