Opinión

La represión de los sentidos: La tía Tula y Deseando amar

"La tía Tula" y "Deseando amar", dos historias que suceden en lugares bien distintos, aunque comparten época (mediados de los años 60) así como la impotencia de sus protagonistas para amar. Buen momento para revisar "La tía Tula" este año en el que se conmemora a su autor, Unamuno, y también para hacer un homenaje a la protagonista, Aurora Bautista, que nos dejaba este verano.
Tula se cruza por los pasillos de la casa con su cuñado recién viudo, Ramiro. Hace calor y las paredes parecen oprimirles -y no es sólo una percepción subjetiva- ya que las medidas de ese espacio del estudio en el que se rodó la película se redujeron para que los cuñados se vieran obligados a rozarse al pasar. Ellos se sienten incómodos. Tula le dice abiertamente a Ramiro cuánto le molesta que vaya por la casa "en camiseta". Para ella, los hombres –salvo su confesor y alguna otra excepción- son seres sin voluntad, dominados por las bajas pasiones. Estamos en la España de 1964. De fondo, un dúo concertante de violín y contrabajo ejecuta el tema principal de la banda sonora compuesta por Antonio Pérez Olea; los melancólicos acordes del contrabajo se superponen a la tensión continua del violín. 

Triste también, y muy conocida, es la pieza musical de cuerda –denominada Yumeji´s theme- que nos lleva al Hong Kong de 1962. En la que fuera colonia británica viven los protagonistas de Deseando amar (Wong Kar Wai, 2000), y su historia es la de dos vecinos que también comparten miradas furtivas, pasillos y soledad. 


A la izquierda, la tía Tula (Aurora Bautista). A la derecha, la señora Chan (Maggie Cheung). Dos mujeres de mediados de los años 60: tristes, bien vestidas y con un peinado similar

Sobre la sociedad española de provincias de los años sesenta –monótona y enlutada-  tan bien retratada por Miguel Picazo en La tía Tula, adaptación cinematográfica de la novela homónima de Miguel de Unamuno, podría aplicarse la afirmación de Luis Buñuel recogida en su autobiografía Mi último suspiro: "algunos padres de la iglesia  opinan que habría que desterrar del acto carnal todo deseo de amor (…) esta prohibición implacable crea un sentimiento de pecado que puede ser delicioso". Paradójicamente Tula, aunque reprime sus instintos, no es asexual; todo lo contrario, es una mujer apasionada; como dice el médico de la novela unamuniana "¡Qué fortaleza! ¡Y qué ojos! ¡Qué cuerpo! ¡Irradia fuego!".

En Deseando amar, su protagonista femenina, a diferencia de Tula, no es devota de ningún credo religioso, si bien ambas comparten unas fuertes convicciones basadas en su ética personal. Cuando la Sra. Chan se da cuenta de que su marido tiene un "affaire"con la mujer de su solitario vecino por el que se siente atraída, alega "Nosotros no somos como ellos" para poner freno a una posible relación amorosa. El Sr. Chow tiene menos fortaleza moral que ella, pero el problema es su falta de valor para lanzarse a una aventura. A partir de ese momento sólo compartirán castos paseos y pasión por los relatos.  


Agobiadas por el calor y el deseo. Tula en el río, y la Sra. Chan comprando comida para llevar

Más allá del deseo encubierto, Tula es una mística. El propio Unamuno en el prólogo de su novela la compara con Santa Teresa y con Antígona, dos personajes a los que mueve la "voluntad de ser", y el cuestionamiento de las leyes de los hombres -si creen que son injustas-, anteponiendo otro orden supremo, y sus propios códigos de conducta. Tula es un personaje complejo, libre, y que podría padecer "androfobia" (rechazo y miedo a los hombres). Algo que se evidencia en  expresiones como "No me caso porque no quiero aguantar a ningún hombre". Lo que es incuestionable es su fuerte instinto maternal, que la lleva a exclamar: "¡No te llevarás a los niños!".



El espacio en las dos películas que nos ocupan, prácticamente es único y cerrado, como en la tragedia clásica y en la contemporánea, como sucede en La casa de Bernarda Alba; es en el "domus familiae", la casa familiar en la que tienen lugar los hechos. En la novela de Unamuno la casa se ubica en Salamanca, aunque no se dan muchos detalles. Picazo, el director de la película, sin embargo busca las localizaciones en Guadalajara. Elige la Alcarria para las escenas rodadas en exteriores. El río en el que se bañan es el Tajuña, y también aparece el castillo-cementerio de Brihuega. En el caso de la obra cinematográfica de Wong Kar Wai la historia transcurre en Hong Kong y Singapur, aunque en realidad las imágenes del interior de los apartamentos y el hotel se filmaron en Bangkok (Tailandia) y las calles en Taipa una de las islas de la región china de Macao. El final se desarrolla en Camboya, en el templo budista de Angkor Wat.


Eros latente en el "domus familiae", en La tía Tula. Carlos Estrada en el papel de Ramiro. A la derecha, una escena cotidiana en Deseando amar. El actor Tony Leung en el papel del Sr.Chow.

Junto al templo de Camboya el protagonista masculino de Deseando amar, rememora "Esos tiempos pasaron", lo que puede interpretarse como que ese momento es su presente y el resto de la historia es una recomposición –aproximada- desde su punto de vista. Por tanto, las escenas casi repetidas, pero con desenlace distinto corresponden a simulacros de amor, a la comparación entre el deseo del protagonista, y lo que en realidad ocurrió. El tono es pacífico y sensual. En el de La tía Tula, sin embargo es tenso –como de volcán dormido-. El confesor le pide a Tula que "ponga remedio" al callejón sin salida en el que están metidos los cuñados. "Padre, yo no soy remedio de nadie" contesta ella. La situación estalla en forma de intento de violación por parte de Ramiro. Escena que recuerda a la de otros cuñados como los de Un tranvía llamado deseo, ¿Quién no recuerda a Marlon Brandon y Vivian Leigh?



Al final de La tía Tula una palabra –salvando las distancias con el "rosebud" de Ciudadano Kane- dará la clave sobre qué o quién gobierna el corazón de esta mujer indomable.